Qosqo

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MATERIALES Y TECNOLOGÍA LITICA INKASICA

Es evidente que los Quechuas buscaban cierta inmortalidad en sus obras, esa es la razón por la que se prefirieron las piedras de mayor dureza, no importaba si las canteras estuviesen alejadas del lugar donde se erigirían esos monumentos al trabajo y orden. Los materiales de mayor preferencia fueron sin duda las rocas de origen ígneo o volcánico ya sean extrusivas o intrusivas, con predilección de las últimas es decir el magma o lava que se enfrió en el interior de la tierra a grandes profundidades, luego de millones de años estas formaciones volcánicas pueden aflorar formando lo que se conoce como Batolitos, que contienen rocas más duras que aquellas que fueron enfriadas en la superficie terrestre.

Las rocas más suaves utilizadas en paramentos Inkásicos fueron las Calizas, rocas sedimentarias de origen marino que tienen 3° de dureza en la Escala de MOHS (escala de 1 a 10 grados, en la que el material más suave es el talco con 1° y el más duro es el diamante con 10°) y una resistencia a la compresión de 200 a 500 kg/cm²; fueron utilizadas en Saqsaywaman donde se encuentra la formación calcárea de Yunkaypata, Chinchero, Yucay, Tarawasi, etc. En los Andes peruanos, las calizas por su alto contenido de carbonato de calcio se emplean como fertilizantes, aplicando a los suelos la roca cruda pulverizada o en forma de cal. Otro tipo de roca utilizado en la zona fueron las Cuarcitas, rocas que en su mayor parte se han formado por el metamorfismo de las areniscas, consisten principalmente de cuarzo como su nombre lo insinúa y por lo tanto son tan duras como el cuarzo, son frecuentes en las formaciones paleozoicas del Perú y en algunas mesozoicas, tienen 5° de dureza y una resistencia a la compresión de 800 kg/cm². Los Basaltos también tuvieron uso extensivo en la arquitectura Inka; basalto es la roca más abundante de las extrusivas, es la correspondiente volcánica de la roca intrusiva llamada "gabro", tiene de 5° a 6° de dureza en la escala de MOHS y una resistencia de 1200 Kg/cm²; en el Qosqo el basalto de Rumiqolqa es el más usado como adoquines para el empedrado de calles. Las Dioritas también tuvieron uso difundido entre los Quechuas, son rocas ígneas equigranulares compuestas de feldespato plagioclasa principalmente y uno o más minerales oscuros, su dureza es de 6° y su resistencia de 1200 Kg/cm², en la ciudad del Qosqo se encuentra la diorita verde en San Blas y las faldas de Saqsaywaman, material con el que se construyó el palacio de Inka Roqa en la calle Hatunrumiyuq en el que se encuentra la famosa piedra de doce ángulos. Las Andesitas por su excelente calidad y abundancia en la región fueron las más preferidas en la arquitectura citadina, son llamadas así por su gran cantidad en los Andes y son las correspondientes volcánicas de las dioritas. Presentan varios colores generalmente oscuros, tienen 6° de dureza y 1200 Kg/cm² de resistencia a la compresión; a lo largo del Valle del Qosqo se encuentran derrames de andesita en los antiguos centros volcánicos de Waqoto, Oropeza, Lucre y Rumiqolqa. Por su parte, los Granitos que son ígneas intrusivas tienen textura equigranular (grano grande y uniforme) que las diferencia de las extrusivas, contienen en promedio un 60% de feldespato, 30% de cuarzo y 10% de minerales oscuros. Tienen 6° o 7° de dureza y una resistencia de 1200 Kg/cm², el ejemplo clásico de granito entre nosotros es el del Batolito de Vilcabamba donde se encuentra Machupicchu. De igual modo se utilizaron las Areniscas que son rocas sedimentarias formadas por la consolidación de granos individuales de arena, tienen una dureza de 7° en la escala de MOHS y de 300 a 800 Kg/cm² de resistencia a la compresión; al igual que la arena fueron también utilizadas como abrasivos para el pulimento de otros tipos de rocas.

Normalmente, las construcciones inkásicas dejan perplejos y pasmados aún a los más cautos, serenos y cuerdos visitantes. La incapacidad de entender el trabajo humano de los Quechuas ha llevado en muchos casos a proferir hipótesis diversas, desde las más cautas y cientificistas hasta las más descabelladas y fantasiosas. Al arribo de los conquistadores, muchos de ellos no podían explicarse lo que tenían ante sus ojos y de acuerdo a su pensamiento medieval aducían que los "indios" que aquí encontraron eran incapaces de hacer tanta grandeza y la atribuían como obra de demonios, diablos o espíritus malignos. Esa misma incomprensión lleva hoy en día a muchos a pensar que esta gigantesca obra es producto del trabajo de seres de otros planetas, de extraterrestres que con tecnología superior y filosofía avanzada vinieron a dejar una muestra de su capacidad, precisamente aquí!!; ¿Porqué no continuarán con su obra aquí o en cualquier otro rincón del mundo?. Tal parece que esta última hipótesis enunciada por el suizo Erich von Däniken es simplemente producto de una corriente repleta de ciencia ficción.

Las canteras conteniendo el material pétreo para las edificaciones inkásicas en todo el Tawantinsuyo son hoy fácilmente ubicadas. Normalmente con la ayuda de los conocimientos acumulados sobre los antiguos peruanos, si la geografía no ha sido modificada aún se identifica la infraestructura creada para la fractura, tallado, transporte y manipulación de las rocas. Sin duda, el ejemplo más elocuente de lo anterior son las canteras de Kachiqhata a unos 4 Kms. de Ollantaytambo, lugar donde afortunadamente gracias a la poca depredación y modificación geográfica todavía se encuentran los testimonios del trabajo lítico. Son pocos los estudios serios realizados al respecto entre los que destaca el realizado por Jean-Pierre Protzen en Kachiqhata y Rumiqolqa.

El fracturar o desprender rocas de una montaña fue quizá el trabajo más duro y tosco en todo el proceso. Para ello con frecuencia se utilizaban las fisuras o fracturas preexistentes en la montaña, fisuras de donde se forzaba la roca para ser desprendida con la ayuda de palancas de bronce de más o menos un metro de largo como las que se encuentran en los museos. También para ese trabajo se pudieron haber utilizado vigas de madera. Por otro lado se aduce que se utilizaron también cinceles metálicos mediante la ejecución de hoyos sucesivos que producían la fractura de la roca según el alineamiento de la perforaciones. De igual modo se aduce que para quebrar las rocas se utilizó la expansión o dilatación de cuñas de madera que se mojaban en hoyos practicados en la roca con anterioridad. También se especula con la posibilidad de fractura mediante la horadación de una o varias ranuras en la roca llenadas con agua que al congelarse durante la noche producían el deseado desprendimiento. Hace mucho tiempo se creía de igual manera que para quebrar rocas se utilizaba el calentamiento al fuego y el súbito enfriamiento con agua fría; ese proceso produce la fractura de la roca en muchos e irregulares pedazos que se utilizarían en trabajos burdos y no precisamente en los de mejor calidad.

El labrar las superficies y formas a partir de piedras amorfas requirió de una grande especialización que fue ganada en milenios de evolución cultural en los Andes, las técnicas descubiertas o aprendidas por los pueblos pre-Inka fueron mejoradas, perfeccionadas y muy difundidas entre los Quechuas. Con cierto desaire algunos creen que los Inkas no inventaron nada excepto la forma trapezoidal de los vanos, lo evidente es que en ningún otro pueblo anterior a ellos se encuentra algo similar a su obra. Los cronistas indican que para labrar piedras los Quechuas utilizaban otras más duras; lo que queda totalmente demostrado. En canteras y excavaciones arqueológicas diversas se han encontrado piedras más duras que las que se trabajaban o se encuentran naturalmente en el lugar: son los martillos líticos utilizados para desbastar y tallar piedras de construcción que la tradición denomina Jiwaya o Jiwayo que no es otra cosa que rocas sedimentarias compactas y pesadas conteniendo óxidos de hierro. La hematita (Fe2O3) origina un color rojizo en la roca, mientras que el óxido ferroso (FeO) produce un color grisáceo o negruzco, la goetita (Fe2O3.H2O) origina un color marrón y la limonita (2Fe2O3.3H2O) un color amarillento. Esas rocas pueden contener hasta un 6% de hierro en total (la tradición cree que es algún tipo de roca meteorítica). De igual modo se utilizaron guijarros y cantos rodados de basalto y epidorita, éstas son las famosas qollotas que se encuentran en los lechos fluviales. Estas rocas tienen un grado de dureza similar o superior a las piedras trabajadas, la diferencia radica en su gran compactación. Los martillos de rocas duras con frecuencia ovoidales eran utilizados mediante la percusión sobre las piedras destinadas a edificaciones que eran desbastadas en un trabajo lento y laborioso, tenían pesos según las funciones a cumplir, los más pesados de unos 10 Kg. servían para desbastar mientras que los más livianos de hasta 1 Kg. para regularizar formas o ajustar bordes. Con frecuencia se escucha también que se utilizó obsidiana para el trabajo en piedra, lo que resulta poco probable ya que esa es una variedad brillante y lustrosa de vidrio volcánico resultado del enfriamiento de magmas sílicos que sería inservible para la percusión pero que sí se utilizó como cuchillos, raspadores y puntas de lanzas o flechas. El acabado final y pulido de las piedras se hacía por abrasión o frotamiento con areniscas o simplemente arena como materiales abrasivos y abundante agua.

Hasta hace algún tiempo se creía que los Inkas no llegaron a utilizar instrumentos metálicos para el labrado de piedras por la falta de evidencias o testimonios suficientes; mas los estudios modernos demuestran lo contrario. El bronce, aleación de estaño y cobre fue el metal más duro utilizado por los Quechuas; en los museos existen normalmente elementos de bronce de aleaciones distintas debidamente templados y de gran dureza. El estudio más serio al respecto lo realizó Robert B. Gordon de la Universidad de Yale, quien estudió una colección de objetos metálicos llevados de Machupicchu por Hiram Bingham entre los que encontró 13 instrumentos de bronce aparentemente fabricados para trabajos pesados, posteriores análisis y pruebas exhaustivas dieron la conclusión que 1 de ellos fue empleado en trabajo de madera, 2 diseñados para trabajo en piedra pero no utilizados y los 10 restantes se habían empleado como verdaderos cinceles: para desprender partículas líticas con el impacto producido al ser golpeados en su extremo superior. Con lo anterior se demuestra que los Inkas también utilizaron cinceles de bronce para tallar piedras.

Existen en innumerables piedras, cortes rectos bastante finos que serían imposibles de hacer por percusión o usando cinceles, muchos estudiosos aducen que éstos fueron hechos usando cierto tipo de "sierras" en base a hilos o finas hojas de cobre o bronce y el empleo de bastante agua y algún tipo de abrasivo. Asimismo se encuentran hoyos horadados en roca que muestran claros vestigios de haber sido hechos con perforadores rotarios, sin duda se trata del uso de barrenos de madera dura o metal girados con un arco, agua y arena como abrasivo.

Otro aspecto que causa admiración es el transporte de bloques pétreos para las edificaciones. De un modo simple y sintético se establece que para el transporte primero se alisó el terreno construyendo verdaderas carreteras o vías anchas entre las canteras y el lugar de construcción; al encontrarse pendientes, es decir para subir o bajar bloques de piedra se construyeron rampas o planos inclinados (como el que se observa en Ollantaytambo); contando con toda esa infraestructura se utilizaron otros elementos auxiliares como piedras redondas o billas líticas (existen algunas en las proximidades de Saqsaywaman en la propiedad de la familia Callañaupa), y rodillos de madera, utilizados a manera de ruedas que en conjunto constituían verdaderos sistemas de rodamiento que facilitaron el transporte. Utilizaron además la fuerza de decenas, cientos y aún miles de obreros que debían empujar o jalar los bloques con la ayuda de poleas, palancas metálicas o de madera y cuerdas de cuero de llama, fibras de maguey u otros materiales resistentes.